El buen gusto
No podemos predecir si lo que hacemos tendrá éxito pero podemos desarrollar un modelo del mundo que sea rico y nos permita pensar mejor sobre el problema.
Un administrador en un mundo de diseñadores
Esta semana estuve con dos amigos con los que trabajé hace un tiempo, cuando hacía consultoría de marca. Uno es diseñador industrial especializado en retail y el otro es diseñador gráfico y tipógrafo. Ellos, al igual que muchos diseñadores que conocí en Aluzian, tienen algo en común: son de los mejores en su oficio, o al menos eso he podido ver a lo largo de los años.
En esa etapa de mi carrera, tuve la fortuna de rodearme de personas excelentes y el reto de mejorar mi gusto e intuición estética para poder colaborar con ellos. En un mundo de diseñadores, yo era el administrador que, en su primer día, cometió el error de decirle a uno de los diseñadores más senior que el logo en el que estaba trabajando era muy parecido al de Uber, sin saber que ese universo visual llevaba al menos tres meses en desarrollo. No creo haber caído muy bien en un principio, con justa razón.
Como consultor de estrategia, pronto entendí algo que me marcó: todos los diseñadores dedicaban parte de su día a entrenar su buen gusto. Para alguien que venía de trabajar en mercadeo tradicional en una empresa de casi cien años, esto fue una revelación que todavía define cómo me acerco al trabajo.
De la planeación al entendimiento profundo
Para colaborar de verdad con ellos, tuve que desaprender muchos de los malos hábitos que traía de mis primeras experiencias profesionales. Pasé de pensar en planear fechas de entrega y dividir tareas únicas, a tener que entender, de forma mucho más profunda, la relación entre los productos, servicios y las personas a las que queríamos llegar.
Me sorprendió descubrir que la mitad del proyecto no era entregar un deliverable, sino entender el mundo humano, cultural y competitivo que rodeaba a una marca. Dejé de intentar actuar como un "experto en todo", como se hace en la consultoría tradicional, y empecé a aceptar que tenía que aprenderlo todo desde cero.
Esa conciencia me obligó a enfrentarme a otro hecho: mi gusto, comparado con el de mis colegas diseñadores, era pobre.
El entrenamiento invisible
Por suerte, la organización tenía un ritmo que ayudaba a cultivar el buen gusto de todos. Conversaciones diarias, enlaces compartidos, proyectos personales, lecturas, exposiciones: había una cultura viva que se movía dentro y fuera de los entregables formales.
Antes de poner un solo píxel o una sola letra en una presentación, el equipo pasaba horas entendiendo el contexto visual, cultural y competitivo de lo que íbamos a diseñar. Y no era solo un “mood board” o un “benchmark”, era una conversación que estaba prendida y se hacía más clara mientras se alimentaba durante todo el proyecto.
Más adelante, integramos métodos de investigación etnográfica gracias a diseñadoras que traían aprendizajes de diseño de servicios. Los temas que tocamos fueron tan diversos como: sanitarios, canales de televisión o anticonceptivos. Lo que marcaba la diferencia no era el método en sí, sino la diversidad de buen gusto al servicio de un problema real y la conversación abierta que no se limitaba a reportes de ventas o estados financieros que yo tenía que traer a la mesa, sino que ponía en el centro al mundo cultural de los usuarios.
El buen gusto en producto
Esa etapa de mi vida laboral me dejó un hallazgo que la carrera tradicional nunca me habría enseñado: el buen gusto es clave para crear soluciones que impactan a otros. Y ese buen gusto se cultiva explorando espacios culturales a profundidad, muchas veces fuera del horario laboral. Un aprendizaje que tal vez se escapa de las carreras más deseadas por los recién graduados de administración o ingeniería.
Tener intuición de cómo debe verse, sentirse y funcionar una solución no se aprende en un manual de “design thinking”. Se entrena al construir un modelo mental rico sobre el contexto, las personas y los sistemas donde vive el problema.
Cuando alguien pide que un equipo sea “más estratégico”, no solo está pidiendo mejor alineación con objetivos de negocio. Está pidiendo mejor buen gusto para navegar el espacio del problema.
No creo que la mentalidad de “Lean Start-up” o el énfasis en "probar rápido" por sí solos puedan resolver grandes problemas. Se necesita un equipo que tenga suficiente buen gusto para partir de hipótesis que, desde el primer momento, tengan sentido para los usuarios a quienes se quiere servir.
Hoy veo que las herramientas que Porter proponía para analizar estrategia fueron un atajo útil, pero parcial. Las cinco fuerzas no capturan la realidad cultural, ni la evolución de las industrias que innovaron al entender patrones humanos profundos.
Trabajando en producto, veo más claro que nunca: el buen gusto, o como en tecnología lo llaman "Product Sense", es una ventaja importante en cualquier entorno competitivo.
Una habilidad que se puede entrenar
Un equipo de producto con buen gusto llegará más lejos, incluso en mercados saturados. Solo basta ver los casos de Duolingo o Headspace.
Y ese gusto se puede entrenar. Se entrena sumergiéndose en el mundo cultural de los usuarios. Se entrena entendiendo cómo piensan, qué sienten y por qué actúan como actúan. Se entrena también teniendo una vida interna rica, capaz de ver más allá de los frameworks y las tendencias del momento.
PD: Hoy hablé sobre la importancia de tener equipos con buen gusto para tomar mejores decisiones con más impacto. Si quieres entrenarlo, además de las prácticas ya conocidas (hablar con usuarios, observarlos, entender cómo solucionan hoy sus problemas), también recomiendo leer el artículo que escribí sobre El ocio eleva lo que hacemos. Profundizar en cómo viven y piensan las personas, y en cómo nosotros mismos habitamos el mundo, hace toda la diferencia a la hora de diseñar algo que realmente le importe a alguien.
OOO || Recomendaciones y otros
Aprovechando este formato más largo voy a hacer dos recomendaciones a propósito de este post.
Un lugar en Bogotá
Hay varios lugares para tomar café en Bogotá y salirse un poco de los espacios que usualmente habitamos. Entre mis favoritos está Colo por ejemplo.
Hoy sin embargo les recomiendo un café de uno de los amigos que mencioné al principio del post, es un espacio único, una cafetería dentro de un estudio de tatuajes.
El Bourbon Café: Calle 39# 24-36, Parkway
Una playlist
Justo después de salir de Aluzian estudié italiano por seis meses. Dese ahí recojo canciones en italiano en una playlist. Nada dice ocio como aprender un idioma que, como me dijeron muchos, “no me iba servir para nada”.
Me gustó mucho esta reflexión porque cuando manejaba social media para una compañía con un background en ciencia política, pude poner en práctica esa profundización en entender a nuestro público desde lo cultural y el sistema y no tanto desde social media skills.
Nuevamente David conecto demasiado con tu post, inspira mucho en mi ya que iniciando mi vida profesional me veo reflejado en muchas de las situaciones que narras, que nota tener este tipo de reflexiones en este espacio tan bacano cómo es Substack, muchos éxitos y sigue compartiendo esas ideas con tanto valor 👍🏼⚡️