El éxito como concepto
No sé qué es el éxito, pero he coleccionado modelos mentales que me ayudan a pensar en él con menos ansiedad
En mi vida, pensar en qué significaba tener éxito fue una lucha constante. Cuando uno tiene 18 años ese concepto es todavía más ambiguo. Las cosas que determinan el “éxito” en la inmadurez de la post‑adolescencia (en mi caso, en plena adolescencia) son inmediatas y pasajeras; la vida se vive como si no fuera a acabarse jamás. Esa etapa importa porque nos muestra ,a quienes tenemos la suerte y el privilegio, la realidad sin ruedas de entrenamiento. Después de pasarla, y si se es lo bastante valiente, aparece la pregunta inevitable: «¿Qué hago con el resto de mi vida?»
Este artículo no es una fórmula para una vida exitosa (si la tuviera, no tendría 32 años y tantas preguntas). Tampoco es una verdad reveladora. Son modelos mentales que he discutido con gente cercana y que me ayudan a responder: qué significa el éxito.
1. Mantener “potencial” no es ser exitoso
Las instituciones académicas dibujan un camino cómodo y glamuroso, perfecto para quienes no quieren elegir todavía. Es el sendero del anxious overachiever que aman las consultoras y los bancos de inversión. La premisa es sencilla y casi la misma a la del estudiante vago: postergar la decisión de quién quiero ser.
«Voy a hacer un MBA porque después podré hacer lo que quiera.»
«Cuando salga de X consultora, podré trabajar en cualquier área.»
No critico el esfuerzo que implica ganar esas oportunidades; lo cuestionable es usar el prestigio social como una prórroga para la pregunta fundamental. Esa versión de éxito se construye desde la mirada de otros. Somos “exitosos” porque otros nos perciben así. Mantenemos el potencial vivo, pero nunca lo traducimos en algo propio.
Imagino una reunión, diez años después de la graduación, entre el mejor y el peor alumno de la clase. Ambos se preguntan: «¿A qué te dedicas?». Y los dos responden lo mismo: «Todavía estoy pensando qué quiero hacer».
2. Una visión de vida completa (y a la altura de nuestro potencial)
La alternativa (sí, es lugar común, pero sigue siendo cierta) es definir qué significa para mí el éxito. Eso implica una visión holística: ¿Cómo quiero vivir? ¿Qué disfruto? ¿Cómo sería un día perfecto? ¿Qué valoro de mi trabajo?
Menos obvio: la visión debe reflejar el potencial que creo tener. No todos queremos el mismo equilibrio, ni estamos obligados a perseguir idénticos hitos. Lo esencial es asignar peso consciente (y realista) a cada factor. Así, cuando la vida se desvíe, podremos ajustar sin rompernos.
En lo personal, parte de mi éxito es trabajar en algo que impacte positivamente la vida de otros. Ese criterio no es universal, pero pensar más allá de mí me obliga a usar, de verdad, el potencial que creo poseer.
3. Tracción
Como esto no es un curso de manifestación, necesitamos tracción: evidencia de que avanzamos hacia la visión. No importa cumplir la hoja de ruta al pie de la letra; importa sentirnos encaminados. Tomar cada día decisiones coherentes con la visión convierte el tedio del trayecto en algo tolerable.
La vida no respetará nuestro plan y la tracción tendrá formas distintas a las imaginadas. Con suerte, la ansiedad del éxito se transformará en curiosidad por cada momento.
PD: Gracias a Juan Pablo Villegas, que conversó horas conmigo (y con mi esposa) sobre este tema y me ayudó a poner en palabras estas ideas.
OOO | Recomendaciones y otros
Una película
A Real Pain (2024), dirigida por Jesse Eisenberg. Dos primos viajan a Polonia para honrar a su abuela recién fallecida. Una “comedia” que explora potencial desperdiciado, vidas bien vividas y los ciclos de autosabotaje. Me gustó; quizá a ustedes también.