El futuro es pensar con profundidad
La atención, el discernimiento y la curiosidad intelectual serán lo más valioso cuando cualquiera pueda fingir competencia.
La nueva orden: Influenciadores, tecnología y culto a auto mejoramiento
En este blog me doy permiso de pensar en voz alta, sin algoritmo que premie frases listas para compartir. Me he dado cuenta de que, al igual que en otras redes sociales, LinkedIn también sigue ciertos patrones: premia lo que es tendencia y entierra lo que exige un poco más de tiempo o atención.
Hoy, cualquier publicación que mencione inteligencia artificial es recompensada. No importa lo superficial que sea. Y tiene sentido: el algoritmo no es más que un espejo de los miedos y ansiedades colectivas.
No tengo nada en contra de la IA, yo también me he sorprendido por lo útil que puede ser para liberar tiempo en tareas monótonas. Pero me preocupa algo más profundo: que, como sociedad, repitamos un patrón que nos ha acompañado desde siempre. Cuando descubrimos una nueva tecnología, el entusiasmo se vuelca sobre lo que puede hacer, y dejamos de lado la pregunta más importante: ¿cómo la vamos a usar?
Esa obsesión con el potencial tecnológico se cruza hoy con una ola cultural que gira en torno al individualismo, el culto al autooptimización y una idea de “desarrollo” casi exclusivamente tecnológico. Latinoamérica no es ajena. Elon Musk se ha convertido en un ídolo para muchos influencers de LinkedIn: una figura socialmente polémica a quien, por alguna razón, se le perdonan todos sus excesos mientras se lo celebra por sus logros. Me llama la atención que muchos de sus fans sean perfiles conservadores que ignoran por completo sus comportamientos personales. Es una contradicción. Pero no la única.
Con tanta información disponible, y ahora herramientas capaces de digerirla, ¿por qué la conversación gira más en torno a las imágenes estilo Ghibli que genera ChatGPT que a su potencial para resolver problemas reales?
Mi hipótesis es simple, pero alarmante: estamos perdiendo la capacidad de pensar en profundidad.
La pérdida de atención
Parece que me desvío, pero todo está conectado.
El hambre de capturar cada segundo de atención ha dado lugar a modelos de negocio dañinos nuestra sociedad y nuestras capacidades individuales cognitivas. Igual que los casinos diseñan sus juegos para enganchar, las redes sociales han construido verdaderas máquinas de dopamina con videos cortos y ciclos infinitos de recompensa rápida.
Al mismo tiempo, nacen tecnologías que simulan competencia. Dale una IA a alguien para que haga su trabajo y puede tomar tiempo descubrir si realmente sabe lo que hace. Se multiplican los espacios donde parecer competente importa más que serlo.
Y cuando llega el momento de hablar en serio; sobre el rumbo de una empresa, el papel del Estado, o simplemente cómo vivir, tenemos a mano una nueva forma de gratificación instantánea: una respuesta rápida y convincente generada por un modelo entrenado para sonar bien. No importa si tiene sesgos, si el contexto es incorrecto o si está profundamente equivocada. Suena bien, y eso es suficiente para calmar nuestra pobre curiosidad intelectual.
Como Jeff Winger en Community, la IA ha aprendido una lección clave: “puedo hacer que cualquier cosa parezca cierta, si hablo lo suficiente”.
A falta de un interlocutor atento, las herramientas de inteligencia artificial solo aumentan el volumen de contenido que aparenta competencia, pero que, en el fondo, oculta una sociedad incapaz de sostener una idea más de dos minutos.
El futuro es pensar en profundidad
Por eso el título.
La única cura frente a este virus, con los síntomas de la pérdida de atención y la incapacidad de pensar críticamente— es una educación que enseñe a cuestionar, no solo desde el interés personal, sino desde la responsabilidad colectiva. La vieja frase “el pobre es pobre porque quiere” se está reemplazando por una nueva versión igual de ignorante: “el tonto es tonto porque quiere”. Hemos perdido la capacidad como creadores de ver más allá de nuestros intereses personales, más preocupados por alcanzar el status de unicornios que por resolver problemas reales que enfrenta la sociedad.
Como profesionales de tecnología, como sociedad y como individuos, necesitamos preguntarnos cuál es el impacto de lo que creamos y compartimos. Tenemos que formar a futuras generaciones para pensar más allá del éxito inmediato y dejar de perseguir el minuto de validación que otorga un algoritmo.
Pensar críticamente será, quizás, la única ventaja competitiva en un futuro donde todos sabrán fingir inteligencia, pero muy pocos podrán demostrarla cuando realmente importe.
Muchas gracias por leer este blog. Espero que estén respetando el Focus Time que tienes en tu calendario.
PD: Este texto fue publicado originalmente en Notion, después de recomendación de algunas personas que saben más que yo decidí mudarme a Substasck. Acá estaré publicando semanalmente.
Hola David, un gusto encontrarme con tu blog y este post en mi feed, justamente creo que tenemos la responsabilidad de contribuir a una narrativa de futuro más acotada y menos sensacionalista, esto puntualmente me llevó a abrir mi Substack también donde comenzaré mi blog dentro de poco empezando con estas temáticas. He leído unas ideas muy interesantes sobre el cambio de era actual, venimos de la era agraria donde la escasez se relacionaba a la tierra para sembrar una vez desarrollada la agricultura, posterior a esto una era industrial donde la escasez era de capital para producir, y ahora en una era de conocimiento donde el bien escaso es la atención. Creo que esto va muy de la mano con lo que mencionas.
Además, el propósito de cada individuo siempre viene coaccionado por la era en la que este habita, así que para mi, en una era del conocimiento el propósito personal se configura como un elemento más retador de definir y muchísimo más volcado al ser que al hacer, lo que para las generaciones actuales puede significar un gran reto.
Trataré de desarrollar mejor estas ideas en mi blog y por acá nos veremos para seguir contribuyendo al ciclo del conocimiento, saludos.
Suscrito!. Buen artículo y reflexión.